Calentamiento global II
Que es el Efecto de Invernadero? La Tierra se calienta gracias a la energía del Sol. Cuando esta energía llega a la atmósfera, una parte es reflejada de nuevo al espacio, otra pequeña parte es absorbida, y la restante llega. a la Tierra y calienta su superficie.
Pero cuando la Tierra refleja a su vez la energía hacia la atmósfera, ocurre algo diferente. En lugar de atravesarla y llegar al espacio, los gases de la atmósfera absorben una gran parte de esta energía. Esto contribuye a mantener caliente el planeta. De esta manera, la atmósfera deja que la radiación solar la atraviese para calentar la Tierra, pero no deja salir la radiación que- la Tierra irradia hacia el espacio. En un invernadero ocurre lo mismo, salvo que en el invernadero se utiliza cristal, en vez de gases, para retener el calor.
Por eso llamamos a este fenómeno efecto invernadero. Los gases invernadero de la atmósfera cumplen la función de mantener la temperatura media adecuada para la Tierra, a pesar de que las temperaturas varíen mucho de un lugar a otro. Si estos gases aumentaran, retendrían demasiado calor. Esto provocaría el recalentamiento del planeta. El contenido en dióxido de carbono de la atmósfera ha venido aumentando un 0,4% cada año como consecuencia del uso de combustibles fósiles como el petróleo, el gas y el carbón; la destrucción de bosques tropicales por el método de cortar y quemar también ha sido un factor relevante que ha influido en el ciclo del carbono. La concentración de otros gases que contribuyen al efecto invernadero, como el metano y los clorofluorocarbonos, está aumentando todavía más rápido. El efecto neto de estos incrementos podría ser un aumento global de la temperatura, estimado en 2 a 6 °C en los próximos 100 años. Un calentamiento de esta magnitud alteraría el clima en todo el mundo, afectaría a las cosechas y haría que el nivel del mar subiera significativamente. De ocurrir esto, millones de personas se verían afectadas por las inundaciones.
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Martes, 28 de marzo de 2010
Conocidos por su influencia en el calentamiento global, los gases de efecto invernadero (GEI) no son en realidad un problema. Resultan imprescindibles para mantener la temperatura del planeta, pero la actividad humana ha aumentado su número y ha alterado su equilibrio natural. El dióxido de carbono (CO2) es el más conocido, pero no es el único: el vapor de agua, el metano, el ozono y otros gases con nombres más difíciles de pronunciar, como el trifluorometano, son también compañeros de grupo. Los científicos reconocen que hacen falta más investigaciones para entender por completo el funcionamiento de estos gases y su efecto real en el cambio climático.
Por qué se forman
Los GEI constituyen un elemento esencial para la vida: sin ellos, el planeta sería un bloque de hielo. Si en un invernadero la cobertura plástica evita la pérdida del calor y conserva una temperatura estable, en la Tierra estos gases consiguen un efecto similar. Su presencia en la atmósfera permite beneficiarse de parte del calor que envía el Sol. De ahí su nombre.
Los principales GEI son de origen natural. El problema surge cuando la cantidad de estos gases aumenta porque se altera el equilibrio natural y el clima se comporta de manera distinta. La industrialización, con el uso masivo de combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas) y todas las actividades humanas derivadas, como el transporte o el uso intensivo de la agricultura y la ganadería, contribuyen desde el siglo XIX a incrementar estos gases.
Qué son los gases de efecto invernadero
El dióxido de carbono no es el único de estos elementos involucrados en el cambio climático
Conocidos por su influencia en el calentamiento global, los gases de efecto invernadero (GEI) no son en realidad un problema. Resultan imprescindibles para mantener la temperatura del planeta, pero la actividad humana ha aumentado su número y ha alterado su equilibrio natural. El dióxido de carbono (CO2) es el más conocido, pero no es el único: el vapor de agua, el metano, el ozono y otros gases con nombres más difíciles de pronunciar, como el trifluorometano, son también compañeros de grupo. Los científicos reconocen que hacen falta más investigaciones para entender por completo el funcionamiento de estos gases y su efecto real en el cambio climático.
Por qué se forman
Los GEI constituyen un elemento esencial para la vida: sin ellos, el planeta sería un bloque de hielo. Si en un invernadero la cobertura plástica evita la pérdida del calor y conserva una temperatura estable, en la Tierra estos gases consiguen un efecto similar. Su presencia en la atmósfera permite beneficiarse de parte del calor que envía el Sol. De ahí su nombre.
Los principales GEI son de origen natural. El problema surge cuando la cantidad de estos gases aumenta porque se altera el equilibrio natural y el clima se comporta de manera distinta. La industrialización, con el uso masivo de combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas) y todas las actividades humanas derivadas, como el transporte o el uso intensivo de la agricultura y la ganadería, contribuyen desde el siglo XIX a incrementar estos gases.
El problema surge cuando la cantidad de estos gases aumenta, lo que altera el equilibrio natural.
El aumento de los GEI se asocia también a otros problemas antropogénicos (causados por el ser humano) para el medio ambiente. La deforestación ha limitado la capacidad regenerativa de la atmósfera para eliminar el dióxido de carbono (CO2), uno de los principales GEI.
Los científicos han descubierto que no todos los gases producen el mismo efecto, por lo que han elaborado unos parámetros para medir su influencia real: su impacto se expresa en cantidades de CO2 equivalente. Así se ha descubierto que el metano es un gas con un efecto invernadero más potente en términos absolutos que el CO2. Sin embargo, las actividades humanas como el transporte o la industria emiten tal cantidad de CO2, que su contribución final en el efecto invernadero es mayor que la del metano.
A medida que se conocen más datos, los expertos subrayan que la proporción en el efecto definitivo de estos GEI podría oscilar. Se apunta a la industria o al transporte como los principales responsables del aumento de estos gases, pero las actividades agroganaderas tendrían un efecto más importante del que parece. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) recuerda que la ganadería genera óxido nitroso (296 veces más perjudicial que el CO2) y metano (23 veces más perjudicial que el CO2).
La gran mayoría de la comunidad científica internacional está de acuerdo en la importancia de reducir la emisión de estos gases. Para ello, se proponen diversas medidas: sustituir los combustibles fósiles por energías renovables, asumir de forma plena un mercado de emisiones de GEI, aplicar medidas de eficiencia energética, aumentar la reforestación y, en definitiva, introducir en la sociedad prácticas de desarrollo sostenible en todas las actividades.
Mapas para ver los gases de efecto invernadero
Una de las mejores maneras de afrontar un problema es hacerse una imagen del mismo. Con esta idea, la Secretaría de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC en sus siglas en inglés) y Google han creado un mapamundi con las emisiones generadas en los principales países industrializados. Los datos, recogidos desde 1990, se pueden observar por sectores y compararlos tanto por países como por categorías.
La Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA en sus siglas en inglés) ha creado una web que ofrece datos sobre los principales GEI emitidos en la Unión Europea (UE) entre 1990 y 2006. El sistema permite hacer comparaciones entre países y por tipo de gas y CO2 equivalente.
En 2007, la Agencia Espacial Europea (ESA) informó de la producción de los primeros mapas animados con la distribución mundial de los GEI más importantes sobre la superficie terrestre (CO2 y metano). Para ello, sus responsables invirtieron tres años de trabajo, entre 2003 y 2005, mientras observaban los datos del Espectrómetro de Absorción de Exploración e Imágenes para Cartografía Atmosférica (SCIAMACHY), a bordo del satélite Envisat de la ESA.
Principales gases de efecto invernadero
Cuando se habla de gases de efecto invernadero (GEI) se suele destacar al dióxido de carbono (CO2), por lo que podría pensarse que es el único. Pero hay muchos más. Algunos de ellos con un potencial mayor. Estos son los principales GEI, ordenados de mayor a menor impacto:
Vapor de agua (H2O): según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC en sus siglas en inglés), supone entre el 36 y el 70 por ciento del efecto invernadero. La niebla, la bruma y las nubes son vapor de agua, y es también el principal subproducto de la combustión de los combustibles fósiles. Y por si fuera poco, el calentamiento global provoca un bucle que se retroalimenta: con unas temperaturas más altas, se produce más vapor de agua, que genera a su vez temperaturas más altas, y a su vez más vapor de agua, etc.
Dióxido de carbono (CO2): es un subproducto de la respiración celular y de la utilización de combustibles fósiles.
Metano (CH4): es el principal componente del gas natural y de las flatulencias de las vacas, así como de otras fuentes naturales (como los pantanos o las termitas) y artificiales, como los vertederos. Los científicos reconocen que no entienden del todo el ciclo del metano, por lo que su contribución al problema podría ser incluso mayor.
Óxidos de nitrógeno (NOx): estos gases se crean de forma natural a partir de la descomposición bacteriana de nitratos orgánicos, por la combustión vegetal o por la actividad volcánica. El ser humano ha provocado un aumento de estos gases, al producirlos para diversos productos industriales y como subproducto de los vehículos motorizados.
Ozono (O3): el debilitamiento de la capa de ozono hizo famoso a este gas. Por ello, resulta chocante afirmar que su aumento es negativo. En realidad, el ozono no está distribuido de forma equitativa por el planeta. El ser humano ha acentuado las diferencias. Por una parte, en la zona inferior de la atmósfera hay demasiado ozono, que actúa como un potente GEI. Por otra, en la parte superior escasea, lo que se traduce en una menor capacidad para impedir la radiación solar adversa.
Trifluorometano (CHF3): también conocido como fluoroformo, se utiliza en la fabricación de los chips de silicio y como un supresor de fuego. Es el gas más abundante de los hidrofluorocarbonos (HFC). Permanece en la atmósfera durante 260 años y atrapa el calor 11.700 veces más que el CO2.
Hexafluoroetano (C2F6): utilizado en la creación de semiconductores, permanece en la atmósfera hasta 10.000 años. Esta longevidad, junto con su capacidad de retener el calor 9.200 veces más que el CO2, ha provocado el interés del IPCC por seguirle de cerca.
Hexafluoruro de azufre (SF6): gas inerte muy empleado en la industria de la electrónica como aislante. El IPCC lo considera el GEI más poderoso del mundo, con una capacidad de atrapar el calor 22.200 veces más que el CO2.
Triclorofluorometano (CFC-11): este refrigerante provoca varios efectos negativos en el medio ambiente. Además de retener el calor 4.600 veces más que el CO2, reduce la capa de ozono de forma más rápida que cualquier otro refrigerante, sin olvidar el impacto ambiental del cloro.
La lista podría ampliarse a medida que los científicos estudian más el fenómeno. Es el caso del fluoruro de sulfurilo (SO2F2). Utilizado como fumigante contra termitas, su capacidad como GEI ha sido dada a conocer en marzo por científicos del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT). Tiene una vida útil de 40 años y es capaz de atrapar el calor 4.800 veces más que el CO2. Aunque en la atmósfera sólo se encuentra en 1,5 partes por billón, esta cantidad aumenta en un 5% al año según un reciente artículo publicado en Journal of Geophysical Research.
Los científicos señalan la necesidad de desarrollar más investigaciones porque desconocen el impacto exacto de los GEI y su posible evolución en los próximos años. El Protocolo de Kyoto no tuvo en cuenta al trifluoruro de nitrógeno (NF3). Sus emisiones eran tan bajas que los expertos asumieron que no tenía un impacto significativo en el calentamiento global. Sin embargo, científicos del Instituto Scripps de Oceanografía de la Universidad de California en San Diego revelaban el año pasado que su presencia en la atmósfera es cuatro veces mayor de lo que se suponía. Este GEI tiene una capacidad de atrapar el calor 17.000 veces superior a la del CO2 y dura cinco veces más en la atmósfera que éste.
El impacto del metano también podría ser mayor del que se cree en la actualidad. Si el cambio climático logra derretir las zonas de permafrost, el metano que guarda en su interior se liberaría.
Barcelona, entre las ciudades con emisiones de GEI más altas del mundo Un reciente estudio del Instituto Internacional para el Medio Ambiente y el Desarrollo, con sede en Londres, ha destacado las ciudades con mayor emisión de CO2 equivalente del mundo. La lista está encabezada por Washington DC, con 19,7 toneladas de CO2 equivalentes por persona. Esta cantidad supone una huella de carbono casi tres veces superior a la de cualquier otra gran ciudad en los países desarrollados. Las siguientes ciudades acompañan a la capital estadounidense en el "top diez": Glasgow, Reino Unido (8,4 t); Toronto, Canadá (8,2 t); Shangai, China (8,1 t); Nueva York, EE.UU. (7,1 t); Beijing, China (6,9 t); Londres, Reino Unido (6,2 t); Tokio, Japón (4,8 t); Seúl, Corea del Sur (3,8 t). En el décimo puesto de esta clasificación se sitúa Barcelona, con 3,4 toneladas de CO2 equivalente por persona.
No obstante, el estudio relativiza el impacto de las grandes urbes. Si bien reconoce que sus habitantes consumen grandes cantidades de energía, recuerda otras emisiones importantes, como el metano, originado en las zonas rurales.